sábado, 19 de marzo de 2016

Qué fue de los Boricuas Parte II

Esta pendejá’ de escribir un diario no es lo mío. Primero uno debe estar con la libretita de arriba para abajo y sino en la noche ponerme a recordar todo lo que hice en el día y ver como lo escribo en letras chuecas, porque mi escritura son garabatos antiguos. Na’ el punto es que no se de mi madre hace ya una semana y no veo ningún Boricua por el barrio o en el pueblo. Me la he pasado en casa de Toñita que es o era mi madrina. Allí había una gran reserva de ron y cerveza que Chamulo, su esposo, guardaba en un chinero viejo. Hoy regrese a casa y me acorde del diario. En esa semana lo que hice, luego de ver el espectáculo que me ofrecía la maldita planta de energía eléctrica achicharrándose frente a mis ojos, decidí ir a buscar a alguien que me explicara. Cosa que no sabía quién iba a saberlo. Fui a casa de un loco que vivía en una casa to’ jodia y con miles de perros. Allí solo estaban los perros y la madre mía entraba a alimentarlos o soltarlos. Sus pupilas reflejaban algo de miedo y rabia, ¿A qué? No sé. Salí porque allí no se me había perdido nada. Luego de eso divague un rato por las calles del pueblo pensando en lo que estaba pasando y porque no me había enterado de nada. Al llegar a casa de Madrina, me percaté que tampoco estaba y que el televisor de ella, último modelo, no funcionaba. Así que me dije «K te llevo el diablo» después de ahí comencé a buscar como entretenerme y que hacer en mi tiempo libre. En esos días tuve tiempo de reflexionar y coger las peores borracheras de mi vida. Le vacié la nevera a Toñita y la bodega secreta de Chamulo. Está semana fue un retiro espiritual para mí, donde desprendí mi alma por boca y nariz. Tendré que buscar otra manera de hacer una bitácora o esforzarme más por mantener una rutina, para escribir.

Cerró el diario y lo colocó cerca de la vela que se consumía en un platillo. La casa de su madre era un desorden y K recorría con su mirada aquel lugar donde par de semanas atrás hablaba con su madre de las cosas que quería hacer y de algunos viajes que quería realizar, ahora solo veía el desorden de la que era su casa. Mientras observaba iba atando cabos y pensando que era lo que había sucedido con todos en su pueblo. Comenzó a pensar en los cambios drásticos que había dado el clima en esos días cuando él se había enfermado. Un tornado arrasó con el área norte de la isla y uno de esos fuegos forestales quemó los llanos del Sur. Esa era la noticia que veía mientras estaba hospitalizado por un dolor terrible que parecía ser alguna piedra oculta, porque nunca la encontraron y lo enviaron a su casa a reposar y tomar medicamentos para destruirla. Esos medicamentos lo atontaban y llego a tropezarse algunas veces. Otras veces llegaba al piso y una vez duchándose se fue de mundo cuando su cabeza dio contra el suelo. El ejercicio de pensar lo dejo agotado y al cabo de algunos minutos, sin tener conclusión, se quedó profundamente dormido.

Era sábado y el reloj deportivo de K marcaba las “8:30 a.m” abrió los ojos y se topó con que la luz que bañaba la sala, era sucia y que allí el polvo reinaba. Esa escena le hizo reconsiderar lo que había dicho de reconstruirse y luego de levantarse, poner en orden sus pensamientos, tomar café y cepillarse los diente. Comenzó a limpiar toda su casa y guardando las cosas que no necesitaba. Movilizo el sofá-cama de su cuarto a la sala. Aquella sería su habitación ahora y los cuartos serían los almacenes de todas las pertenencias que no fueran las suyas. En esa tarea consumió todo el día del sábado y ya entrada la noche quedo exhausto y complaciente, por el trabajo que había realizado. Su casa tenía una sala amplia y ahora sin los objetos de su madre y con algún tablillero colocado en la esquina, el lugar parecía muy amplio. Al lado del futón tenía una mesa de noche con algunos libros, un cuchillo de cocina y una foto junto a su madre en una fiesta de año nuevo. Era la foto más reciente de los dos. Aunque K no lo escribiera en el diario, él sabía que la extrañaba. Ahora con su casa limpia, empezaría una nueva etapa de descubrimiento.

sábado, 5 de marzo de 2016

Qué fue de los Boricuas Parte I

No sé cuándo todo comenzó, solo sé que soy el único Boricua en mi isla del encanto. Hace algunos años comenzó la emigración de muchos paisanos al país de nunca jamás. Al que iban y no volvían porque se juqueaban con el ratón de características humanas. A donde iban a que el sudor se les congelara en las bolas y a cantarse los más patriotas portando banderas por todos los lares cuando aquí simplemente la veían como símbolo político. Desconozco lo que paso. Sé que de la noche a la mañana Trompas fue presidente, hace algunos años que eso paso, y que todo había tomado un aire de desconfianza, pero eso luego se los contaré. Una noche me fui a dormir como de costumbre, pero habría de soñar con una isla limpia, no solo de maldad,  sino también de corrupción, bandoleros, contaminantes, sin empresas Nortistas que nos arrancaban el dinero del bolsillo y se los llevaban en pájaros grises. Aquella noche soñé con un Puerto Rico limpio y así amaneció; limpio.  

Me presento ante ustedes como K (pelao’) para ahorrarme el protocolo. No sé con quién hablo y no sé si alguien encuentre este diario, no sé. Solo creo que escribo para desahogarme con algo y mantener más a raya mi cordura. Tengo 30 años y nací en el oeste, pero de pequeño me fui al norte de la isla. Allí pase toda mi niñez con una familia pequeña, soy el menor de cuatro hermanos. Ahora vivo en el centro de la isla, pero la he recorrido buscando que paso con los míos. Aquel 13 de abril de 2030 amaneció todo calmado, los vecinos no me despertaron con su acostumbrado repertorio de reguetón ni mi madre me llamaba desde la cocina para que fuera a Econo a hacer compra. No, aquella mañana solo se escuchaban los pitirres trinando y los gallos haciendo el repertorio acostumbrado. Me desperté lleno de paz, sintiendo que había descansado una eternidad.  Fui a la cocina adornada de vacas que mi madre había decorado con tanto empeño y que yo siempre le repetía «Esto está bien feo, parece uno de los llanos de Hatillo.» Pero aquella mañana todo parecía tranquilo, esperaba ver en la nevera una notita que leyera Fui al médico. Dios te cuide. No, allí no había ninguna nota y un silencio paseaba por la casa. Me senté a ver televisión. Lo que teníamos por televisor era un aparato de los años de las guácaras y que ya estaba por fallecer. Esa mañana para mí había fallecido, porque al encenderla no se veía nada. La apague esperando a que llegara mi madre para darle la noticia. El día se fue rápido y ya eran como las tres de la tarde y ella no llegaba. El silencio ya me estaba sacando por techo y me había estado raro que el truck no pasara a recoger la basura. Salí al patio de al frente y la calle estaba desolada, no se veía ni un espíritu. Las bicicletas de los demonios vecinos míos, estaban en medio de la calle y el carro de mi madre se encontraba a unos cincuenta pies de distancia, vacío. Al ver esto me asuste y corrí gritando «Má, Má. ¿Dónde estás?» llegue al Nissan que era de mami, allí estaban todas sus cosas: bolso, documentos personales, dinero, celular. Bueno estaba TODO, no había indicios que allí hubiera ocurrido un crimen. «¡Luisa!  De seguro esa vieja metiche sabe lo que paso. Claro debe estar mirándome en estos momentos. Vieja bruja.» pensé y un escalofrío me corrió el cuerpo. Así descalzo fui a casa de la vecina metiche a ver si sabía del paradero de mi madre. Toque una, dos, tres y ya a la cuarta no me quedo de otra que probar si la puerta estaba abierta y así era. Entré a aquella casa ajena y sentía el corazón en el roto del joyo, pensando que me podían coger o peor aún pegarme un tiro por metio’. Llame a mi vecina un montón de veces, pero esta no me respondía. «Donde carajos se habrá metido mami. Tengo mucha hambre coño.» Como nadie estaba en la casa me atreví a abrir la nevera y busque que podía tomar prestado, pero no vi nada de mi interés. Al cerrar la nevera vaya susto que me lleve, allí estaba Crespo el gato mal nacido de Luisa. Aquel gato era lo más odioso que pudiera existir sobre la faz de la Tierra, creo que era ciego o algo así. El punto es que se me quedo viendo fijamente y se encrespó. Venía a atacarme cuando una patada lo hizo volar por los aires hasta caer en la sala. Corrió como si no existiera un mañana y yo deseaba con todas mis fuerzas jamás verlo, hasta el sol de hoy no sé qué se hizo. Salía de la casa de Lucia cuando sentí un hamaqueo y luego le siguió algo parecido a un trueno. Aquello llamo mi atención y sabía de dónde provenía. No lo pensé dos veces y llegue hasta la planta de energía eléctrica que se encontraba cerca para verla arder en fuego. Desde ese entonces comprendí que lo que sucedía era algo serio y no sospechaba que desde ese entonces sería el último Boricua.