lunes, 23 de noviembre de 2015

¿Qué Color Llevas?

     Una tormenta espantosa se desataba en el exterior de aquel cuarto decorado como para un niño. Las sabanas tenían un estampado de dinosaurios que hacia juego con unas cortinas que cubrían la mitad de las ventanas. Por la otra mitad se esparcía el rápido resplandor de los relámpagos y cubrían la habitación de un violeta aterrador. En aquella habitación y bajo aquellas sabanas de dinosaurios se encontraba Francisco. La tormenta se fue acrecentando y un relámpago volvió a iluminar el cuarto, esta vez trayendo consigo un estrepitoso trueno que sacudió toda la casa y despertó de aquel profundo sueño a Francisco que despertaría con los ojos color rojo fluorescentes y las pupilas dilatadas. La tormenta, extrañamente seso y todo el complejo quedo a oscuras. Él sabía dónde se encontraba, nunca olvidaría aquella estancia donde noche tras noche lloraba bajo las mismas sabanas que lo cubrían y tampoco olvidaría el mundo que había creado bajo su cama.  Se puso de pie y el primer pensamiento fue, << ¿Dónde está Miranda? >>.
    En ese preciso instante Miranda despertaba y tenía sus greñas en un tono violeta azulado, estando al tanto de todo lo que le rodeaba. Despertó en una habitación lúgubre y con un olor a salitre muy penetrante, había despertado en un colchón de líneas o eso fue en algún tiempo, húmedo, apestoso y al parecer lleno de animalillos extraños. Aquella estructura era conocida por Miranda. Esta se encontraba en el faro que le pertenecía a su abuelo, donde ella le gustaba estar y pasaba los veranos pintando los horizontes en unos lienzos que su abuela colgaba en la sala. Y otras veces pasaba las tarde escribiendo historias de capitanes que luchaban con criaturas del mar y que naufragaban hasta ser encontrados por sirenas que los transportaban a islas de pescadores. Muchas veces soñaba que era sirena y podía viajar leguas en el mar para descubrir lugares nuevos. Pero ahora el faro no le pertenecía a su familia y por el aspecto de la habitación dedujo que estaba abandonado. Pensó en Francisco y en ese instante unas arcadas le abatieron el estómago y expulso las bilis. Un fuerte dolor de cabeza se apareció y cuando fue a tocarse donde le dolía, sintió el pelo húmedo, al mirarse los dedos descubrió que era sangre. Asustada, fue en búsqueda de un espejo. En una esquina del cuarto, en el suelo, había un espejo medio roto y lleno de manchas, pero aun así servía para algo. Lo alzo y busco allí donde le dolía para ver si había tenido una fractura. Para su sorpresa, cuando despejo los cabellos lo que encontró fue un poco perturbador. Se topó con que tenía incrustado en su cuero cabelludo un objeto de metal del tamaño de una cajita de fósforo, que tenía unas inscripciones y unas lucecitas de diferentes colores (azul, rojo, verde y amarillo), que brillaban alternamente. Al tocar la cajita una corriente fría le recorrió el cuerpo y soltó un chillido tan fuerte que no se sostuvo en pie y cayó al piso gritando y tapándose los oídos.
   El cuarto de Francisco era semejante al que había tenido hace más de 5 años y no se explicaba como había llegado hasta allí. Comenzó a recorrerlo en búsqueda de una especie de pista que pudiera descifrar si era una ilusión. Su premonición llegaba hasta el momento de la explosión, luego de ahí no tenía más recuerdos. Pasó frente un espejo y en ese momento se asombró del color de sus ojos. Estos se habían adaptado a la oscuridad y ahora tenían una pupila igual que los felinos, pero de un color verde fluorescente que le hacía ver en la oscuridad perfectamente. Comenzó a buscar los bolsillos del pantalón a ver si aún tenía sus pertenencias, pero no las descubrió, se habían apropiado de sus cosas. En ese momento se percató que la pared del espejo tenía un cable extraño y antes de que lo tocara un chillido proveniente de la planta baja de la casa le llamo la atención y decidió ir a por el sonido, pero cuando abrió la puerta de su cuarto todo se transformó en algo confuso, aquello que veía no era el pasillo de su casa y mucho menos era un pasillo, él permanecía en su cuarto pero frente a el había una isleta. Al salir de la habitación esta aun seguía a sus espaldas con  la puerta abierta, pero al frente lo que había era un faro que producía aquel sonido tan perturbador.  Francisco derribo la puerta del aposento con un poder que había estado practicando mucho y aquella vez lo había puesto en práctica. El mismo constaba de manipular los objetos con las manos a distancia. La puerta salió expulsada a un lugar donde no fue percibida. Una tormenta se intensificaba y los rayos comenzaban a manifestarse por todos lados y rompían con el dicho popular de que el rayo no cae dos veces en el mismo lugar. Aquellos rayos eran creados por algo superior y muy vengativo. Ya dentro del faro, Francisco busco la típica escalera de caracol en el centro y  la encontró, mientras subía al lugar de donde provenía el ruido, un ligero pensamiento se le pasó por la cabeza. Él nunca había estado allí, pero se dirigía a un lugar que extrañamente se le hacía conocido. Llegó a una puerta blanca que tenía unas grandes manchas de salitre pegadas y decidió tirar de la perilla y buscar el ruido que tanto le lastimaba. Al entrar en el cuarto, se encontró con que Miranda era la fuente del ruido y que se encontraba echa un ovillo en el piso, tapándose los oídos y gritando. Ella se percató de la presencia de este y lo miró pidiendo ayuda. Francisco fue a donde ella y le dijo:
-Me alegra saber que te encontré. No sé dónde estamos, pero saldremos de esto. Te lo aseguro-
-Ayúdame, este sonido no me deja en paz.- en ese preciso momento la caja dejo de chillar y el mundo se sumió en un silencio espeluznante. Se escucharon pasos que provenían desde abajo y que subían las escaleras, los pasos se detuvieron justo frente a la puerta de la habitación que los reguardaba, ;a perilla giro y fue abierta, mostrando la silueta de una mujer alta, con un parcho y una gran cicatriz en la mejilla izquierda que tenía origen en la oreja y culminaba en el mentón, su pelo era una especie de maraña disuelta y el único ojo que tenía, divagaba y corría a todos lados. Mostró unos dientes puntiagudos y amarillos y una espesa baba rosa le corría por la boca, escupió y se abalanzo hacia ellos. Francisco alzo sus manos y la mando a volar a la pared más alejada y emprendió la huida con Miranda. Al salir de la habitación, cerró la puerta y fue a bajar las escaleras, pero al mirar hacía abajo se percató que había personas subiendo por las escaleras y que les era imposible bajar, así que subieron a la parte superior. Ya la cúpula del faro había desaparecido, igual que la tormenta y ahora un cielo estrellado se vislumbraba sobre ellos. Aquel cielo donde se escondían miles de galaxias comenzó a girar extrañamente y los transportó a otro lugar donde no recordarían nada.
    De tras de todo eso se escondía la OMPECDF y su laboratorio raquítico. En dos camillas se encontraban los cuerpos de Miranda y Francisco, enredados en miles de cables, adormecidos bajo medicamentos  y con la caja de luces incrustada en la cabeza de los dos pacientes. Las imágenes eran transmitidas en una pantalla enorme y muchas personas con batas blancas y con libretas de apuntes, monitoreaban todo lo sucedido. Desde una puerta corrediza y con una bata negra, salió la vieja con el parcho y les dijo a todos.

-Ha funcionado, ahora comienza la segunda etapa. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Qué Color Llevas?

    Cada día me toca enfrentar la sociedad que me mira despectivamente por ser diferentes a ellos, pero a mí me da igual, ahora, aunque antes no era así. Hoy el día amerita usar chaqueta y busco en la percha lo que debo ponerme, al fin decido y salgo a la calle a enfrentarme como cada día a todos los sucesos que puedan suscitarse. Ya no tengo que ocultarme, aprendí a quererme como soy, valoré saber que soy “especial” por los poderes que tengo y aprendí a manejarlos bien. Mis poderes llegaron cuando a los 10 años un auto me atropello y me dejo en cama durante 4 meses, según me cuentan, pero para mí fueron algunos 3 días. Durante ese estado me pasaron  muchas cosas, vi la vida en un futuro y todo lo que pasaría al llegar este día. Supe lo que pronto pasaría, pero no quise asustarla. Luego que desperté del coma toda mi familia tuvo sentimientos encontrados. Por un lado mi padre quería verme muerto, no se asusten, él solo quería evitarme el sufrimiento que en años siguientes vendría. Mi madre solo lloraba desconsoladamente y mis primos, tíos y parientes, me miraban de una manera extraña. Al cabo de un rato de despertar del coma llegó el doctor, lo recuerdo aún, con su cara marcada por el acné y unas ojeras del diablo por la guardia que quizás estaba montando. El doctor Sánchez era una especie de generalista extraño, sabía mucho de enfermedades raras y les había explicado la situación de las consecuencias del accidente. Dirigiéndose a mí con unas palabras de condolencia que aún recuerdo, << Francisco ahora tienes algo especial y te pido de favor que trates de manejarlo bien. No es tú culpa el llevarlo. >> Yo estaba embebecido con lo que decía el Doctor, no podía captarlo. Pase un largo tiempo en mi casa y allí fue donde descubrí lo que podía ser capaz de hacer. Podía mover cosas con mi mente al igual que podía destruirlas, mis ojos constantemente cambiaban de color según mi estado de ánimo, muchas veces conseguía introducirme en la mente de las otras personas y hablarles, era muy divertido hacerlo y hacia algunas cosas más. Fui creciendo y mis poderes se intensificaron a tal punto que me expulsaron de la escuela por tratar de persuadir a mi profesora de ciencias para que no diera un examen. Así pase la mayoría del tiempo, en mi casa donde me impartían clases. Mi tiempo libre lo abarcaba en leer libros, escribir, leer sobre mis poderes, hacer búsquedas en Internet y prepararme para el día que pronto llegaría.
   A la edad de 18 años, mis padres fueron asesinados en un asalto a mano armada dentro de mi casa, ese día yo había salido y no presencie el acto, pero al llegar me topé con la desgarradora escena. Lo que no sabía esa persona es que pocos días después me la encontraría en la calle y en su mente cargaba aún el crimen como cargaba el reloj de mi padre en su brazo. Aquello fue la gota que colmó el vaso y lo asesine en público, todos me vieron y a mí no me importo, fue un acto sin pensar y el cual me llevo a la cárcel, porque aunque mate a un criminal me convertí en uno, por no dejarle el espacio a las autoridades. Cumplí dos años, pero luego persuadí a alguien para que me sacara. Seguí entrenándome y busque los lugares donde habían más personas como yo, pero desconocía totalmente la existencia de Miranda.
    Ahora en el tren veo que la muchacha que está en frente le cambia el color de pelo a unos tonos muy bonitos y trato de entrar en su mente para decírselo, pero me es muy difícil. Espero a que se envuelva más en sus pensamientos y al fin consigo entrar y le digo.
-Qué color tan bello.- y me rio.
    Ver su cara fue esplendido y quizás ya ella haya contado esto en su libreta, como yo hago respectivamente. La miro fijamente y le digo.
-Tranquila con lo que va a pasar, todo estará bien. Confía en mí. – Lo dije sabiendo que ella preguntaría.
-¿Tranquila? ¿Qué pasa?- su cabello se tornó de un rojo claro, dejándome saber que se había puesto en alerta.

    Le explique que esto ya me había pasado y que dentro de algún rato iba a pasar algo que no sabía cómo explicarlo, pero que sería grave. Ella por su parte no entendió y se puso de pie. Yo me puse de pies al mismo instante que algo estallo a mis espaldas y me lanzo frente a ella, tirándonos al suelo. Todo el ambiente se nublo y pude ver unas siluetas negras que se abalanzaron sobre nosotros. Miranda trato de correr, pero le fue imposible. Yo trate de resistirme a las personas pero sabía que era imposible. Lo único que pude leer, antes de perder el conocimiento, fue unas siglas extrañas que leían OMPECDF o como ya había averiguado que se llamaban “ORGANIZACIÓN MUNDIAL PARA EL CONTROL DE FENÓMENOS.” En ese momento vi el rostro tatuado de un hombre y luego sentí el puyazo eléctrico de algo, que me dejo inconsciente.  

lunes, 2 de noviembre de 2015

¿Qué Color Llevas?

   Los algodones grises se abarrotaban en un campo superficial y no dejaban ver la bola amarilla que salía todos los días. Yo me preparaba a salir de casa y enfrentar las miradas que me daban las personas por el simple hecho de que mi cabello cambiaba de color espontáneamente y reflejaba mis estados de ánimos o inclusive lo que comía. Esta enfermedad me atacó de pequeña cuando 
sufrí una fractura en el cráneo por caer de un árbol de bellotas, luego de eso todo se convirtió en una pesadilla. Pase días en el hospital y mi pelo se transformó en un tono totalmente blanco, y así paso varios meses. Mi familia se preocupó bastante y los doctores no encontraron explicación alguna, haciéndome exámenes semanales descubrieron que la causa del cambio de pigmentación eran las toxinas cerebrales que mi cerebro expulsaba y que el mayor reflejo de la fractura era la cabeza, los doctores le advirtieron a mis padres que esto podía ser hereditario y que podía conllevar a más problemas con el transcurso del tiempo. Yo era una niña de 7 años y no entendía que le sucedía a mi cabello y por más que me explicaran no podía entenderlo. Le preguntaba diariamente a mi madre por qué en la escuela me llamaban “Fenómeno” o “Niña de Colores” y ella me explicaba que no le hiciera caso que lo que me sucedía me convertía en una niña especial y ellos no lo aceptaban. Muchas veces fui objeto de burla hasta que un día a la hora del receso una niña de pelo rubio se burló de mí y sin saber cómo pude ejecutar mi pensamiento, esa niña de lindos cabellos quedo con un recorte totalmente desfigurado y feo. Todos los niños rieron por unos segundos, luego vino un silencio sepulcral cuando uno de los niños me acuso de brujería y me ataron a un árbol hasta que llegaran mis padres. Después de ese suceso me impartieron clases en mi casa por el daño que podía causarle a otros niños. Así pasaron mis años, ocultándome como si fuera lo que me decían que no era; un fenómeno.
    Ya entrada mi adolescencia me volví más rebelde y mi cabello sufría variaciones de color más constante y menos consistentes. Mis poderes aumentaron y llegue a tal extremo de poder controlar a los animales, con las personas fue distinto no podía controlarlas porque necesitaba de todas mis energías para que solo me pudieran mirar, así que eso no volví a intentarlo. Ya luego de los veinte años todo volvió a ser lo más normal que podía ser. Fui a la universidad y allí me envolví en grupos de personas que le daba lo mismo de como yo era. Allí aprendí a ser yo y a gastar bromas con mis poderes, casi siempre que me reunía con ellos mi cabellos adquirían un tono azul tierno que reflejaba tranquilidad y paz interna. Cuando gastaba una broma mi cabello se tornaba naranja chistoso y tenía que ocultarlo para que nadie se percataba, solo los que sabían cómo era entendían aquel código. Cuando llevaba el cabello amarillo pollito era mejor que ni te me acercaras, porque en ese momento estaba enojada al cien por ciento.
    Ya había salido de casa hacia la universidad, pero el cielo no mejoraba y mi cabello se tornó un violeta opaco lleno de pesadez, iba con la vista en el suelo y no levantaba la mirada, solo observaba mis zapatos blancos y mis mahonés rotos, el abrigo color china por el cual había optado ese día era un poco fuera de contraste, pero aún así era lo más cálido que tenía y mis manos eran témpanos de hielo. Con las manos en los bolsillos caminaba por la calle y mi mochila de lado guardaba mis libros, mi reproductor de música, mi libreta personal donde me gustaban escribir algunos pasajes y adicional en la mochila llevaba algunos frascos de cristales donde me gustaba guardar flores o ramitas que yo misma congelaba con mis manos, a veces le daba un poquito de energía llevándolas a irradiar luz. En las noches todas se encendían y mi cuarto adquiría la apariencia de un bosque iluminado. Absorta en mis pensamientos llegue a la estación del tren y justo cuando me montaba en él, una tormenta se desato y el cielo se vacío a cantaros. Ya protegida en el compartimiento y el mundo puesto en marcha, yo observaba el paisaje cambiante y las gotas escurridizas jugando en el cristal. Mis pensamientos viajaron miles de kilómetros y se posaron en lugares esplendidos, mi cabello se tornó de un marrón con tonalidades verde y una voz retumbo dentro de mí.
-Qué color tan bello.- y una sutil risa.
Yo absorta, salí de los pensamientos y mi cabello verde intenso, ahora denotaba que estaba al tanto. La misma voz volvió a entrar.
-Sé que me escuchas.- me dijo- no te preocupes no te haré daño, estoy tras tuyo, voltea suavemente.
    Yo no sabía qué hacer, era la primera vez que me pasaba algo así y además quien demonio entra a la mente de otra persona y le habla, solo podía ser alguien igual que yo y eso me extasiaba. Deje que pasara algunos segundos, voltee la cabeza para ver quién era el susodicho y  allí estaba él. El chico más guapo que había podido ver, con una sonrisa exquisitamente apacible y ojos aceitunas, nuestras miradas se cruzaron y no pude aguantar más y mi cabello se transformó en un violeta azul. Termine por voltear mi cuerpo y quedamos uno frente a otro, solo divididos por el sillón donde me encontraba. No me salían palabras y a él tampoco; al parecer. Paso algunos segundos hasta que escuche su voz esta vez fuera de mi cabeza.
-Francisco y ¿Tú?- me pregunto con aquella mirada que ya no era verde sino violeta igual que mi cabello y reflejaba algo coqueto.
-Miranda. ¿Tú… Tus ojos son iguales que mi cabello?- le pregunté.
-Sí, por eso te entiendo. Llevo años tratando de controlarlo y lo hago bastante bien, pero cuando hay alguien cerca que me cautiva y consume mis energías no logro controlarlo.- Al terminar de hablar su aliento expulsaba una bola de vapor y las dos ventanas que se encontraban a nuestro lado izquierdo parecían congeladas. Me miro y dijo -¿ves?

   Nos reímos un rato y yo acabe diciéndole si podía sentarme a su lado para conversar mejor y que yo no pareciera una chica loca. Acepto y así pasamos el resto del trayecto. Al llegar a la estación me sorprendí que él se bajara en la misma estación. Antes de que nos despidiéramos el me invito un café y allí fuimos a parar. Ahora está frente a mí, escribiendo en su libreta y yo le sigo los pasos con mi respectiva libreta.