Los
campos volaban haciendo que aquel verde desaparecía y aparecía ante mis ojos. Todos
los paisajes se concentraban en uno solo y a una velocidad aproximada de 90 mph
viajaba aquel tren de carga y pasajeros para poder percibir el exterior. Amalia,
a mi lado, había estado concentrada en un libro que estuvo leyendo todo el tiempo que permanecimos
en el pueblo. La mire tan entusiasmada por la historia que no quise molestarle
y volví la vista al paisaje. De un instante a otro todo se transformó en negro
y las luces, rápido, remplazaron la ausencia de luz. Amalia cerró el libro y acercándose
a mí colocó su cabeza sobre mi hombro, la rodee con mi brazo y mis manos fueron
a posarse en sus costillas. Sin malicia alguna dibuje círculos sobre su camisa
y con toques sutiles deslice mis dedos hasta que llegaron a sus rizos y allí hicieron
de las suyas. Se quedó profundamente dormida, escuchaba su respiración tranquila;
me gustaba tenerla así. Los paisajes volvieron espontáneamente, pero esta vez
ya no eran arboles sino costa. Podía ver todo el océano, veía olas que bañaban
aquellos acantilados, veleros de distintos colores que se paseaban bajo aquel sol
que azotaba sin clemencia. Cerré los ojos y en un instante un silbido me despertó;
habíamos llegado.
En
el andén nadie nos recibió, como imaginábamos. Pedí un taxi que nos llevaría a
nuestros respectivos pisos, primero dejaría a Amalia y luego por último a mí.
De camino al piso le agradecí por el fin de semana tan espectacular que me había
dado, me había obsequiado inconscientemente muchas experiencias que llevaría
conmigo y tranquilamente le exprese que su compañía siempre era agradable. El camino
no me dio para hablarle de todo lo agradecido que estaba. Se despidió con un
fuerte abrazo y le di un beso en la mejilla. El chófer partió conmigo adentro y
desde lejos le decía adiós a la chica de
rizos. El móvil aviso la entrada de una llamada y sin ver quien acudía a mí,
conteste.
-¿Que paso?
Una voz débil con tono coqueto, respondió.-
Cariño ¿Qué haces?
Era Mercedes que aparecía luego de estar
tanto tiempo desconectados uno del otro. Le explique que estaba llegando de un
viaje y que estaba cansado.
-Quería verte, tengo ganas ti. ¿Podremos?
-Mercedes hoy no, estoy cansado. Solo
necesito una ducha y acostarme a dormir.
-Pero dale, aunque sea un rato. Quiero
verte, tengo algo para ti.
-Merce…
-Ya sabes dónde estoy. Te espero llega rápido
que no esperare toda la vida.
-Está bien, estoy a dos cuadras. ¿La misma habitación?
-La misma, ya en recepción saben que
llegarás y te darán lo que ordene.
-Hablamos en un rato.- Colgué y le explique
al taxista mi nueva dirección.
En
menos de 10 minutos estuve en la recepción preguntando por la orden de Mercedes
y la recepcionista me extendió un bolsito azul con dos copas junto con una botella
de Vino. Llegue al ascensor y abrí el bolso. Una notita leía “Ponte lo que te
compre y cuando vayas al cuarto procura no ver nada.” Fui a un baño y abrí nuevamente el bolso, lo
que había adentro era una camisa azul con líneas blanca de diseñador, un
perfume cítrico y un paño negro. Volví al ascensor y llegue frente a la puerta
de la habitación.
La
voz de Mercedes traspaso la puerta y la escuche decir. -¿Tienes la venda sobre
los ojos?
Ya me estaba colocando la venda y se lo
deje saber.
-Tienes que seguir mis instrucciones y solo
las mías.
Desde
ese momento tuve 4 sentidos y se intensificaron. Escuche cuando se abrió la
puerta y Mercedes introdujo mis paquetes a la habitación, luego tomo la botella
de vino con las dos copas y por último sostuvo mi mano y entramos al cuarto. Un
aire caliente, lleno de aromas exquisitos traspaso mis sentidos y me hizo
imaginar que estaba en medio de algún bosque cerca de la playa. Mercedes paso
por mi lado y se detuvo a mis espaldas, sentí sus delicadas y frías manos pasar
por mi pecho y sus delicados labios besaron mi nuca. Mi cuerpo flaqueo y estuve
a punto de arrancarme la venda. Pero escuche un “SHSHSH, tranquilo que solo es
el comienzo.” cerca de mi oído y eso me extasió aún más. Beso mi cuello hasta
pararse frente a mí y llegar a mis labios. Ya iba calentando mis ánimos y la comencé a tocar en la penumbra de mi
mundo. Al aproximar mis manos, a ella, me percate que no traía nada y sus pezones
estallaban.
-Bingo- la escuché decir más coqueta que
nunca, mientras besaba mis labios tocaba mí el bulto que se había formado de
toda aquellas experiencias extrasensoriales. Desabotono la camisa, y luego
desabrocho el pantalón, me despojó de casi todo, solo me dejo los calcetines
porqué ya conocía mis manías. Recorrió todo mi cuerpo con sus labios y mi imaginación
estallaba pintando el escenario perfecto.
- subiré la música si no te molesta.-
Mercedes se escuchaba extasiada también.
-Para nada molesta si sigues como vas.
De
un momento a otro la música aumento su tonalidad y una melodía movida sonó. No sé
cómo, pero me beso en un punto donde mis ánimos se caldearon y llegó de la nada
una sensación más fuerte que yo, todo mi cuerpo se volvió sensible; aquello me
gustaba. En una movida arriesgada, pase mis brazos debajo de las axilas y la abrase,
instantáneamente la vire quedando ella abajo y yo arriba. La bestia sexual se
descabrito en mí y la hice mía como nunca hubiera hecho a nadie. Su sexo estaba
empapado y al introducirme la humedad consumió todo lo que tenía para ella. Seguía
en penumbra y eso era lo que más me excitaba, solo escuchaba sus gemidos, su respiración
agravándose y pidiendo más. La imaginaba aferrada a las sabanas con sus uñas
pintadas de un rojo intenso y su pelo revuelto en aquella almohada
desprendiendo aromas y jugos. Al llegar al orgasmo fue tal la excitación que
los dos llegamos al mismo tiempo y estallamos. A través de mi banda se exhibían
un millón de imágenes hermosas, con tonalidades intensas y se iba agravando. Quede
exhausto y me tendí a su lado besándola delicadamente y riéndome de aquella
experiencia única. A mis 23 años jamás había tenido semejante orgasmo. No me
percate y quede sumido en un sueño profundo, perdí la cuenta del tiempo y al despertarme
ya el sol se despedía. Había dormido 15 horas y a mi lado, la cama estaba vacía.
Solo una nota leía “Tienes dos días pagos en la habitación. Hay algo en el
armario y en el salón comedor te espera otra sorpresa. Disculpa que tuve que
irme sin avisarte. Pero te veías tan chulo durmiendo que no quise molestar. Te
Aprecia; Mercedes.” Me dirigí al armario y allí adentro un gabán negro de mi
talla; me esperaba. Me duche y baje al comedor. Entre todo aquel bullicio el
mesero me señalo la mesa donde estaba Amalia esperándome…
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